Tic - tac

Tic-tac, tic-tac, tic-tac... el tiempo corre y tú no puedes pararlo. Pasa ante ti como una corriente de aire sin que tu te des cuenta. En cuanto te percatas de su fugacidad, ya es demasiado tarde para recuperarlo y al pararte a pensar en ello: pierdes tiempo; que, como antes, también se te va. Es un círculo vicioso en el que has caido sin que tu lo comprendas.

Tic-tac, tic-tac, tic-tac... te estresas, no sabes por dónde empezar para continuar, no sabes qué hacer. Se te empieza a recalentar la cabeza, estás nervioso. Te tiras del pelo y te agarras la cabeza, observas cada detalle de tu habitación en una milésima de segundo, buscas con desesperación una salida. Una salida que físicamente no existe, aun así, la buscas en el mundo material. Respiras, vuelves a respirar, sabes que si no lo haces profundamente corres riesgo de ahogarte. El agobio aumenta el ser consciente de que es inútil querer volver hacía atrás. Retomar tu vida de hace tan solo un par de días. Una vida normal, no pides más, sólo que sea normal y tranquila, sin grandes alteraciones ni contratiempos. Tu mente se satura y te ves incapacitado para hallar una solución. En este momento no te crees capaz de encontrar paz, relajarte y lograr pensar con claridad. No puedes más, un sudor frío te empapa la cara. Entran (y no salen) demasiados pensamientos, recuerdos, ideas en una mente incapaz de asimilar, ordenar y efectuar toda esa información. En ese instante lo único que pides es tener la posibilidad de presionar el botón de STOP. Parar el tiempo. Ya no quieres volver atrás, únicamente quieres parar el tiempo y de esta manera poder recapacitar.

La única solución es cortar a tijerazo limpio la conexión entre tu persona y el mundo agobiante que te rodea. Después de eso, duerme. Lo que realmente necesitas es descansar física y mentalmente. Relájate, ponte música clásica, empapa tu habitación de tenue luz y cierra los ojos... Lo que veas al abrirlos será un mundo diferente, aunque eso ya es otra historia.